Un espacio donde mi parte más poeta y loca brota.
Esas son las calles de la Condesa, donde la princesa de los cuentos más remotos e historias más trilladas se despiertan. Un lugar donde el sostén no existe y la cordura se queda encerrada en el veliz.
Calles que intuyen mi ávida manera de sentirme joven y árboles que escuchan mis pensamientos más atrevidos. Cafés que son testigos de las historias más honestas y bares donde el tiempo se pierde entre charlas y tragos que lo acompañan.
Recuerdos que se desempolvan con el aire que despeina las hojas de las palmas que visten los camellones de las avenidas principales.Tierra de lo que fue y lo que me invita a ser.
Donde la juventud se respira en cada bocanada y en cada paso que doy al aventurarme por las callejuelas sin miedo a perderme, porque sé que más de una vez me he encontrado ahí.