Encuentro con la penicilina

Una inyección puede ser muy dolorosa, si te han pinchado penicilina, sabes de lo que hablo, ese líquido espeso que atraviesa la nalga, es lento y molesto.

Experiencia comparable con ciertas relaciones, calmosas y lamentables.

Salí de casa de mi abuela, agarrándome la nalga, porque aún me sentía adolorida por el piquete. La gripa me había atacado unos días atrás y decidí matar el bicho de una buena vez.

Regresé al trabajo y recibí una llamada muy inusual, era una invitación para ir a cenar esa misma noche. No pude negarme y acepté la propuesta, nos veríamos a las nueve de la noche.

Él, que siempre llega tarde y aunque sabía que ahí ya no había mas historia, accedí. Con aires de desinterés me vestí, antes de salir me vi al espejo y percibí que estaba demasiado arreglada, a decir verdad algo sexy. Aquello que en teoría no tenía importancia para mí, parecía que la vestimenta gritaba todo lo contrario. Quise cambiarme de ropa pero era demasiado tarde, el timbre ya estaba sonando y tenía que irme. Sentí un hueco en la panza y percibí que se avecinaba una escena.

Llegamos al restaurante de comida italiana. Yo carecía del sentido del gusto, la comida no me sabía desde días atrás, a causa de la gripe. La cena estuvo acompañada de los éxitos musicales turcos del 2000. Ahí fue cuando todo se tornó extraño, en aquella noche flotaba un humor acido y bizarro. Una mezcla entre amor y odio. La conversación era fría y despiadada seguido de palabras de perdón y arrepentimiento. Éramos amigos, actuando como enemigos pero qué esperar, si éramos ex novios.

Pedimos una copa de vino tinto, después se hizo una botella. Y la noche continuaba, era joven y nosotros también.

Llegamos a mi departamento y el dijo, “huele delicioso.”

-¿A qué huele? Pregunté yo.

-A hormonas.

-Dije ¡qué! ¿A qué huele eso?

Entonces se empezó a reír, las risas quedaron en segundo plano y la música entró en la habitación.

Prendí unas velas y el baile robótico, salió de la manera más natural y extraña de mi cuerpo, después unos pasos chafas de brake dance, movimientos anti sexys. Una parte de mí se ridiculizaba para protegerse de él.

De repente la playlist se volvió obscura y pesada, el ritmo de la música cada vez era más atinado con la situación. Las sombras de las plantas se reflejaban en las paredes y yo entre el efecto del vino tinto y la penicilina espesa en mi cuerpo, me sentía como en un sueño, una especie de pesadilla. Estaba atrapada en un mundo donde no tenía el control.

Las horas siguieron y comenzamos a besarnos, sentí la energía recorrer todo mi cuerpo, seguía sintiendo, lo detuve en seco y le dije que se fuera, nunca lo había corrido de mi casa, me sentí como una loca. Entre el efecto del alcohol y la inyección le dije, “lárgate”.

Me costó entender que aquel encuentro no tenía más trascendencia que hacer de ello una historia. Un encuentro con él y la penicilina.

#CrónicasdeAntonieta

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